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Por Juan R. Hernández

Regresamos de las vacaciones de Semana Santa y, con ellas, a la cruda realidad del trabajo y del circo político-judicial que se vive en México. Resulta que varios integrantes del Poder Judicial han decidido subirse al ring electoral —aunque todavía no haya urnas—, lanzando discursos y promesas como si fueran candidatos en campaña.

Solo hay un pequeño detalle, más allá de las promesas, los candidatos olvidan que su papel no es el de convencer al electorado, sino simplemente aplicar la ley con rigor e imparcialidad y presentarse sin tanta parafernalia ante los ciudadanos para que los elijan el próximo 1º de junio.

Leer apodos como el ángel de la libertad, el ministro de la justicia, la jueza del pueblo, el juez tiktokero, la juez bikini, el justiciero o el ministro pitufo, no solo resta seriedad a la discusión pública, sino que reduce la renovación judicial a un espectáculo de redes sociales. La toga se vuelve disfraz y la investidura, una parodia.

Mientras tanto, en la alcaldía Cuauhtémoc, su titular —a seis meses de asumir el cargo— ya se daba tiempo para presumir sus vacaciones a través de las redes sociales, mientras el Congreso local llamaba a fortalecer la coordinación entre la alcaldía y la Secretaría de Seguridad Ciudadana.

El descontrol vial en Tlatelolco exige medidas urgentes: motociclistas, ciclistas y usuarios de scooters se mueven en una jungla urbana sin ley. Según datos de la SEMOVI, 52 motociclistas murieron tan solo en el tercer trimestre de 2024. Algo no se está haciendo bien.

Y en el otro frente, la presidenta del PAN en la Ciudad de México, Luisa Gutiérrez Ureña, no baja el ritmo y va casa por casa. En Álvaro Obregón y Xochimilco, comunidades se resisten a que sus áreas verdes sean intervenidas con proyectos como las Utopías. “Pregúntenle a los vecinos”, exigen. Y sí, la democracia empieza por escuchar antes de construir.

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