308 lecturas
Por Pedro Linares Manuel
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“Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón”.
Mateo 6:21
Hablar de dinero en tiempos de Semana Santa nos invita a reflexionar no solo sobre nuestras finanzas, sino sobre la manera en que nuestro corazón se vincula a lo material. Jesús nunca condenó la posesión de bienes, pero sí advirtió con firmeza sobre el apego desordenado al dinero, que puede robar la paz del alma y alejarnos de lo esencial.
En las Escrituras, el dinero es visto como una herramienta, no como un fin. Jesús reconoció su utilidad: pagó impuestos (Mateo 17:24-27), agradeció las ofrendas sinceras (Lucas 21:1-4), y habló de administrarlo con sabiduría (Parábola de los talentos). El verdadero problema no es cuánto tenemos, sino cómo lo usamos y a qué estamos dispuestos a renunciar por conservarlo.
SIRVE COMO MEDIO
En la Biblia, el dinero nunca es condenado, pero sí es puesto en su lugar: sirve, como un medio. Jesús habló del dinero en más de 30 parábolas, no para avergonzarnos, sino para enseñarnos a dominarlo con sabiduría y conciencia. Él sabía que muchos corazones se pierden no por lo que tienen, sino por lo que no saben soltar.
El joven rico no fue rechazado por ser próspero, sino porque su alma estaba encadenada a sus posesiones. En cambio, Zaqueo —rico y pecador público— fue abrazado por Jesús al abrir su casa y su corazón, devolviendo con generosidad lo que antes había acumulado. Ahí está la diferencia: el dinero no aleja de Dios… el apego sí. Jesús también habló de multiplicar talentos, premiando a quien hacía rendir lo que se le dio.
No a quien lo guardó por miedo.(Mateo 25). En otro pasaje, maldice a la higuera estéril, símbolo de una vida sin frutos. Y cuando multiplicó los panes y los peces, nos enseñó que la abundancia verdadera nace del compartir, no del acaparar.
El cielo no es escaso. Dios no es pobre, es rico y generoso.
