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COLUMNA
Por Pedro Linares Manuel
¿Qué es la masonería?
¿Por qué incomoda tanto a quienes no la comprenden?
Hablar de masonería es abrir una puerta antigua que conecta al ser humano con su potencial más noble y profundo. No se trata de una secta secreta, ni de un grupo de poder, como muchos han tergiversado. La masonería es una escuela de vida, una vía filosófica y espiritual que busca la autoconstrucción del ser a través del conocimiento, la ética y el servicio.
Quien entra a la masonería no busca privilegios, sino herramientas. No adora símbolos, los interpreta. No recibe respuestas prefabricadas, se atreve a hacerse las preguntas esenciales: ¿quién soy?, ¿por qué estoy aquí?, ¿cómo puedo vivir con más justicia, libertad y sabiduría?
La masonería trabaja con el símbolo del templo: no uno de piedra, sino el templo interior. Allí se esculpe el carácter, se pule el juicio, se honra el silencio. Y allí se forma un ser humano libre, tolerante, discreto y comprometido con el progreso de la humanidad.
IDEAS HUMANISTAS
Desde sus orígenes ha nutrido revoluciones pacíficas, ideas humanistas y movimientos de libertad. Grandes iniciados como George Washington, Simón Bolívar y mi paisano oaxaqueño Benito Juárez García, fueron masones conscientes de su deber con el pueblo y con la verdad.
Juárez no solo defendió la patria con leyes: defendió la dignidad con principios masónicos como el respeto, la laicidad y la fraternidad.
¿Qué aporta la masonería a quien no es masón? Mucho. Porque, aunque sus enseñanzas se viven en discreción, sus frutos se esparcen en la sociedad: libertad de pensamiento, justicia social, derechos humanos, educación, diálogo y paz.
Hoy, más que nunca, el mundo necesita menos discursos y más templos internos. Menos ruido y más iniciación interior.
La masonería no busca seguidores. Busca constructores. Y quizás tú, sin saberlo, ya seas uno de ellos.
