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Por Salvador Guerrero Chiprés
TRANSFORMACIÓN DE LA MANO DE MUJERES
En América Latina, donde la desigualdad estructural se entrelaza con siglos de exclusión, los sistemas de cuidados son punta de lanza para la transformación social. En particular, Colombia y la Ciudad de México han iniciado procesos paradigmáticos al proponer modelos con enfoque colectivo y comunitario.
Estas estrategias apuntan a replantear las relaciones entre Estado, comunidad y vida cotidiana, no desde el centro del poder tradicional, sino desde las periferias y sectores históricamente marginados. Y lo hacen de la mano de mujeres que conocen de esas injusticias: la vicepresidenta Francia Márquez —la primera mujer afrodescendiente en ese cargo— y la jefa de Gobierno Clara Brugada.
Ambas lideresas comparten un origen político vinculado a movimientos sociales y resistencia popular. Su visión sobre el cuidado es un esfuerzo por romper con la lógica patriarcal que ha relegado ese trabajo al ámbito femenino, invisible y no remunerado.
Similitudes expuestas ayer en la entrega de las llaves de la Ciudad a Márquez, y en el reconocimiento de Brugada a la lucha de la vicepresidenta por la justicia, los derechos de las mujeres, contra el racismo y una vida digna de quienes han sido excluidos.
Liderazgos decisivos para colocar los cuidados en la agenda pública con una perspectiva comunitaria para construir una civilización del cuidado, entendida como la intervención colectiva en tareas históricamente relegadas a mujeres.
Esto implica necesariamente un cambio cultural y una reingeniería institucional. Desafíos a enfrentar en unidad, en una noción de convergencia regional como la expuesta por la Presidenta Claudia Sheinbaum en la IX Cumbre de la CELAC —cuya presidencia por témpore asumió Colombia—: la zona es “una comunidad de destino, unida por la historia, por la diversidad, la resistencia y, sobre todo, por los sueños de justicia”.
