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Por Juan R. Hernández
En redes sociales circula una reflexión que cala hondo. Una invitación a imaginar lo impensable, lo injusto. A ponerse por un momento en los zapatos —y la lente— de Berenice Giles Rivera.
Berenice tenía 28 años. Fotógrafa de prensa para Mr. Indie, vegana, defensora de los animales, con una vida por delante llena de planes, conciertos, imágenes por capturar. El pasado sábado se despertó emocionada: ese día cubriría el Festival AXE Ceremonia en el Parque Bicentenario, una oportunidad más para hacer lo que amaba.
Todo transcurría como cualquier jornada: buenas fotos, música en el ambiente, algo de comida de los foodtrucks. Pero en un instante, todo cambió. Una estructura decorativa, presuntamente mal instalada y sostenida por una grúa, cayó sobre ella. La gente corrió, trató de ayudar, pero ya era tarde. La conciencia de Berenice se apagó. También la de Miguel Ángel Rojas, otro fotógrafo, otra víctima.
Lo más doloroso no fue solo el accidente. Fue lo que vino después. Asistentes que intentaron documentar lo ocurrido fueron amedrentados por elementos de la PBI. El festival, lejos de suspender actividades por respeto, decidió seguir adelante, como si nada. Acordonaron el área, minimizaron la tragedia con una historia de Instagram que hablaba de “dos personas lesionadas” trasladadas al hospital. No mencionaron las muertes. Tampoco cancelaron. Y la empresa para la que Berenice trabajaba no emitió ni un solo mensaje público. Ni un “descansa en paz”.
La reflexión que surgió en redes no solo busca visibilizar la tragedia, sino cuestionar el cinismo de quienes priorizan las ganancias sobre la vida humana. La corrupción, el tráfico de influencias, la falta de regulación en estos eventos masivos y la impunidad se entrelazan en este caso.
No puede haber silencio. No puede haber olvido. Que el nombre de Berenice Giles Rivera y de Miguel Ángel Rojas no quede en una nota breve, sino en la memoria colectiva. Porque mañana, como señala ese poderoso texto, “podríamos ser cualquiera de nosotrxs”.
