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Voces

Un mensaje de esperanza para las almas que aman en silencio

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Por Pedro Linares Manuel
Psicólogo Clínico – Especialista en Trastorno del Espectro Autista (TEA)
tea_asperger@mentisnovatea.com
CITAS: 564 410 4184

El 2 de abril se conmemora el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, una fecha que no debe ser vista como simple efeméride, sino como un llamado global a mirar con el corazón, a reconocer con empatía y a transformar con acciones concretas la vida de millones de personas y familias que conviven con el Trastorno del Espectro Autista (TEA).

Como psicólogo clínico y especialista en este campo, y como padre de una hija con Síndrome de Asperger, puedo hablar no sólo desde la ciencia, sino también desde el alma. Porque el autismo no es únicamente un diagnóstico: es una vivencia profunda, una transformación constante, una manera diferente de estar en el mundo que nos reta a todos a desaprender y reaprender el amor, el lenguaje, la paciencia y el vínculo.

NO ES UNA ENFERMEDAD

El autismo no es una enfermedad, es una condición neurológica que afecta la manera en que una persona percibe y se relaciona con su entorno. No se cura, pero sí se comprende, se acompaña, se adapta y se integra. El problema no está en quien vive con autismo, sino en un entorno social que aún no ha aprendido a incluir sin etiquetar, a comprender sin discriminar, a amar sin intentar cambiar lo que es auténtico.

En el corazón de muchas familias hay silencios que pesan, noches sin sueño, lágrimas que no se dicen, y también un amor tan inmenso que lo llena todo. He escuchado historias de madres que han tenido que renunciar a todo para atender a sus hijos, de padres que luchan contra el sistema para obtener un diagnóstico, de hermanitos que aprenden a ser terapeutas sin haberlo elegido, de abuelos que se convierten en pilares cuando el agotamiento toca fondo. Y, también, he sido testigo de historias de resiliencia, de orgullo profundo, de logros pequeños que valen más que cualquier trofeo.

Hablar de autismo es hablar de respeto. De reconocer que cada persona tiene un ritmo distinto, una forma única de comunicarse, de amar, de expresar y de entender el mundo. Hay quienes hablan poco o nada, pero sienten intensamente.

Hay quienes no toleran el ruido o el contacto físico, pero poseen una sensibilidad que muchos hemos olvidado. Hay quienes repiten palabras, pero cada eco es un puente hacia su interior. El autismo es diversidad. Y la diversidad no se tolera: se abraza.

 

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