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Se trata de dignidad, del orgullo de recuperar lo que somos, de reconocer el gran valor de nuestra cultura que, durante años, el neoliberalismo intentó despojarnos; por mucho tiempo nos hicieron mirar al norte como el ideal, un país rico, poderoso al que debíamos emular o por lo menos, rendir pleitesía, época en la que la ropa mexicana estaba proscrita y la europea eran símbolo de status, se debía tener casa, auto último modelo, viajes al exterior al menos una vez al año y a los hijos en clubes privados y colegios caros aunque todo se debiera, aunque las tarjetas estuvieran saturadas, aunque se emplearan horas extras, empeñado en un trabajo o dos o tres, porque eso era lo mejor para acercarse al primer mundo, había que saber inglés como segundo idioma, francés, ruso o chino mandarín porque habría más oportunidades en el mercado global, la educación privilegió la formación de empleados y ejecutivos y solo unas cuantas universidades (las más caras), se ocuparon en preparar empresarios, exceptuando los colegios de tinte religioso, nada se hablaba de nuestras raíces, nuestra cultura; desde la primaria, nos mostraban una historia modificada, privilegiando al extranjero y materias básicas como civismo fueron descartadas del pan de estudios. A lo largo del tiempo nos dimos cuenta de que el modelo americano, carente por sí mismo de raíces privilegiaba al dios dinero; que los estudiantes no pueden egresar si no pagan antes la millonaria deuda por su educación; que enfermarse implicaba adquirir una mayor deuda; que las farmacéuticas producían adictos.
El náhuatl, como materia optativa no es solo el aprendizaje de un idioma, es el rescate de una raíz muy profunda de conciencia y respeto a la tierra, el agua, los niños, los ancianos,es un modo de vida que intenta rescatar, a través de la enseñanza de esta lengua, el conocimiento de lo más profundo que somos, de la grandeza de nuestro ser, la única riqueza que realmente importa, la interior y no el eslabón de la maquinaria de un mercado global; germinar la semilla que dejaron nuestros antepasados; no es una pelea ni con la modernidad ni con la prosperidad, sino un profundo viaje a lo que realmente somos.
Nadie en jade, nadie en oro se convertirá: en la tierra se quedará guardado.
Ayak chalchihuitl, ayak teokuitlatl mokuepas: in tlaltikpak tlatielo.
Nezahualcóyotl (poema)
Ana María Vázquez
Escritora/Dramaturga
@Anamaríavazqeuez