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Por Eduardo López Betancourt
En el medio político mexicano, un término que ha ganado notoriedad, es “La Muchacha”. Dicho apelativo se utiliza para describir a una persona que busca regir un cargo, sin tener la experiencia, la educación ni las cualidades necesarias para ejercerlo.
Este fenómeno, no es exclusivo de la política mexicana, pero sí es particularmente preocupante en un País donde la corrupción y la impunidad han sido temas recurrentes.
La falta de preparación y la ausencia de una visión clara hacia el futuro de nuestra nación, pueden tener consecuencias devastadoras para la comunidad.
La figura de “La Muchacha” también plantea interrogantes sobre el papel del pueblo en la selección de sus líderes ¿Cómo es posible que una persona sin experiencia ni cualidades relevantes llegue a ocupar un cargo de gran responsabilidad? ¿Qué dice esto sobre nuestros valores y prioridades como sociedad?
En este sentido, es fundamental que los ciudadanos se involucren activamente en el proceso político, exigiendo transparencia, rendición de cuentas y una mayor participación en la toma de decisiones. Solo así podremos asegurarnos de que nuestros “altos mandos” sean verdaderos servidores del pueblo y no simplemente individuos que buscan beneficios personales.
Es importante promover programas de educación cívica y formación política para jóvenes y adultos, con el fin de fomentar una cultura de intervención y responsabilidad civil. Esto podría ayudar a crear una nueva generación de líderes con mayor preparación, comprometidos con el bienestar de la sociedad.
El término “La Muchacha”, es un recordatorio de los desafíos que enfrentan los gobernantes, evitando la audacia y “el asalto al poder” de los que carecen de las mínimas cualidades para participar en la vida ciudadana. México debe caminar por el sendero del talento, marginando a “Las Muchachas” que solo provocan corrupción, nepotismo y amargura social.