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Por Ricardo Sevilla
El empresario Salinas Pliego odia el periodismo libre e independiente.
Y por eso ha demandado a varios colegas.
Ya basta de eufemismos: el dueño de Televisión Azteca es un tiranzuelo.
El dueño de Grupo Salinas forma parte de una élite que, durante décadas, ha saqueado a los más pobres, a los más vulnerables: a los que no tienen dinero para comprar una estufa, un refrigerador.
Salinas Pliego es el execrable prestamista que cobra intereses millonarios a las personas y las amenaza con embargarlos si no le pegan.
Porque Elektra y Banco Azteca, digámoslo pronto, no son más que empresas de usura.
Pero además de usurero, Salinas es un conservador. Y el conservadurismo, no lo olvidemos, viene de la mano con los privilegios, con una visión elitista y de castas. Y por eso no quiere que las cosas cambien, que la sociedad mexicana se transforme. Porque los usureros como él odian a las naciones contemporáneas.
Y es que una nación contemporánea es una nación democrática. Y en la democracia el pueblo piensa, lee, cuestiona: alza la voz ante las injusticias.
Y eso es lo que más teme Salinas: que el pueblo se informe y debata.
¿Usted cree que de eso quiere hablar Javier Alatorre, el lector de noticias? ¡Para nada! Y por eso Salinas Pliego, el empresario déspota, la ha emprendido contra quienes han tenido la valentía de exponer sus transas y su sevicia.
Y en un momento en el que el periodismo libre está bajo asedio, cabe hacer un alto en el camino y pensar que las alianzas son la única vía hacia la transformación.
El enemigo no está en el periodismo, sino entre los déspotas y los conservadores que quieren seguir saqueando y oprimiendo a nuestro país.
