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Por Ricardo Sevilla
La relación entre farándula y política es añeja. Los actores políticos, con frecuencia, se relacionan con los actorcillos del mundo del espectáculo.
Sin embargo, es difícil ver a actores políticos de izquierda incursionando en en mundillo de la farándula. Las relaciones entre política y farándula suelen darse, especialmente, en la derecha.
En cierto sentido, podríamos hablar de la farandulización de la política.
De hecho, para nadie es un secreto que, en los últimos años, las celebridades del espectáculo han comenzado a influir muchísimo en el ámbito político.
Y eso ocurre en México y en el mundo.
Figuras como Ronald Reagan y Donald Trump son ejemplos de esta intersección entre celebridad y política.
Aquí, en México, políticos como José López Portillo, a través de su romance con Sasha Montenegro o Enrique Peña Nieto y su matrimonio con “La Gaviota”, han buscado capitalizar la popularidad de las celebridades para ganar apoyo electoral.
Sin embargo, la mayoría de las veces, esta relación resulta perniciosa.
Para los partidos políticos de derecha, el uso de figuras del entretenimiento ha significado una estrategia, muchas veces efectiva, para captar votantes.
Chumel Torres, Vampipe, Carlos Ballarta, el Pelón Gomís, Yordi Rosado y otros personajes mediocres de la misma laya cumplen esa función evangelizadora.
Pero más allá de que la estupidez y la ignorancia sean hermanas gemelas, lo que preocupa y debe mantenernos alerta es que personajes como Sergio Mayer o Lilly Téllez suelen ser cada vez más frecuentes. Y perniciosos.
