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Plaza Central
Por Juan R. Hernández
La reciente iniciativa del gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri, para prohibir el uso de teléfonos celulares en primarias y secundarias ha generado un debate necesario. La medida busca combatir el ciberbullying y proteger la salud emocional de los estudiantes, pero también plantea interrogantes sobre el papel de la tecnología en la educación.
Quienes apoyan la iniciativa argumentan que el uso excesivo del celular en las aulas afecta la concentración y fomenta distracciones. Además, el ciberacoso se ha convertido en un problema creciente entre los jóvenes, quienes están expuestos a contenido perjudicial dentro y fuera del aula.
En este sentido, restringir el acceso a dispositivos podría ayudar a crear un ambiente de aprendizaje más seguro y efectivo. Sin embargo, también hay quienes ven los celulares como herramientas educativas. Con el acceso a información en tiempo real y la posibilidad de incorporar tecnología en la enseñanza, los dispositivos pueden potenciar el aprendizaje si se usan adecuadamente. La clave, entonces, podría estar en la regulación y la educación digital, en lugar de una prohibición total.
El caso de Fátima, la estudiante de la Secundaria Diurna No. 236 en Iztapalapa, nos recuerda que el acoso escolar es un problema complejo que va más allá de los dispositivos.
La embajada de Corea en México condenó la agresión que sufrió la joven, aparentemente atacada por sus compañeros debido a su afición por el K-pop.
La solidaridad internacional con su familia ha sido un llamado de atención sobre la urgencia de tomar medidas efectivas contra el bullying. No basta con prohibir los celulares en las escuelas si no se abordan las raíces del problema.
La violencia escolar requiere atención integral, desde programas educativos hasta la intervención de autoridades y padres de familia. La tecnología, bien utilizada, podría ser parte de la solución en lugar de verse sólo como una amenaza.
