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Por Sabina Berman
La corrupción no es solo un problema moral; es un cáncer que afecta la economía y el desarrollo de toda la sociedad.
Según Raquel Buenrostro, la corrupción en México ronda el 20% del presupuesto nacional, lo que significa que una quinta parte de los recursos públicos no se destina a lo que debería, sino que termina en cuentas bancarias de funcionarios corruptos.
Muna Buchahin, experta en corrupción, añade que al menos otro 20% se maneja fuera del presupuesto en tratos opacos.
¿Qué empresa podría funcionar con ese robo interno?
Ninguna.
En términos de eficacia, los gobiernos corruptos construyen con una mano lo que deshacen con la otra. Construyen un tren bueno en el lugar adecuado, pero con rieles chuecas que lo desbarrancarán.
La corrupción es un obstáculo insalvable para el desarrollo. Como señalan Daron Acemoglu y James A. Robinson en su libro ¿Por qué fracasan las naciones?, la diferencia entre México y países como Corea del Sur es que estos últimos lograron erradicar la corrupción y diseñaron instituciones inteligentes que los llevaron a la prosperidad.
En México, por el contrario, las instituciones han estado agujeradas por la voluntad de demasiados burócratas de saquearlas.
No hace falta mirar tan lejos como Corea del Sur: basta mirar al estado de Morelos: el gobierno de Cuauhtémoc Blanco malversó al menos 3,200 millones de pesos en seis años, mientras el estado se hundía en la pobreza y la delincuencia.
Por eso importa el caso de Yunes, el senador panista convertido por Morena en director de la Comisión de Hacienda del Senado.
Ya lo sabrá el lector, la lectora: hace medio año, Yunes vendió su voto a Morena para aprobar la Reforma Judicial, y en ese momento su apoyo sí era imprescindible: su voto fue decisivo para que la reforma se concretara.
A cambio, se le otorgó una tregua a él y a su familia, los Yunes de Veracruz, en la persecución de sus múltiples delitos.
Los electores de izquierda entendimos el intercambio, algunos con resignación, otros tapándose las narices, conscientes de que la política no es un juego de puritanos.
Pero esa amnistía por sus delitos a cambio de su voto era suficiente. Darle ahora una comisión en el Congreso pronostica que en unos años podríamos ver a Yunes como candidato a gobernador. Ni tapándose las narices se soporta el hedor de la corrupción que eso implicaría. Significaría que Morena entregara a Veracruz a los saqueadores y se concretara la muerte de su promesa política.
Algunos zurdos intentan justificarlo: “Tranquilos, Yunes como gobernador seguiría el proyecto de Morena, y aunque robe un poco, sería mejor que un gobernador de otro partido”.
Pero estas son racionalizaciones de quienes han aceptado la derrota moral dentro de Morena. Es un indicio de que dentro de Morena los corruptos están ganando la partida moral y con ello la lucha por el desarrollo del país.
Callarlo para proteger el proyecto amplio de la izquierda sería concederles la victoria de antemano a los corruptos. No: los electores de Morena no debemos ni callarnos y volver la vista a mejores prados.
