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Por Salvador Guerrero Chiprés
@guerrerochipres
NO ES BROMA
No son una simple broma, un apodo aparentemente inofensivo o una insignificante “ley del hielo” calificadas, en algunos casos, con un “así se llevan ellas o ellos”.
Esas actitudes son en realidad el preámbulo en una escalada de acoso escolar con el riesgo de convertirse en tragedia. El caso recientemente viralizado de Fátima, una estudiante de secundaria en Iztapalapa coloca en el punto de atención un tema sobre el cual la comunidad no puede descuidarse.
La joven cayó del segundo piso de su escuela, presuntamente aventada por una compañera, quien le hacía bullying, de acuerdo con las acusaciones de los familiares de la víctima.
Según datos de la UNESCO, en el mundo, uno de cada tres alumnas o alumnos han sido víctimas de agresiones físicas en la escuela.
En México, la CEPAL estima que 25 por ciento ha recibido insultos o amenazas, 17 por ciento ha sido golpeado y 45 por ciento vivió episodios de violencia.
Los datos y la realidad exhiben la necesidad de estrategias para enfrentar la violencia en entornos escolares, como la presentada la semana pasada por la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, en la Escuela Secundaria Anexa a la Normal.
Un modelo en el cual la participación de la comunidad escolar es clave para el conocimiento por parte de las autoridades respecto de las violencias internas y externas, que ahora podrán ser reportadas a servidores públicos encargados del auxilio escolar es incluso monitoreadas por el sistema de videovigilancia del C5.
Fátima enfrenta lesiones severas las cuales podrían quitar la movilidad de sus piernas. En 2023, afuera de una secundaria en San Juan Teotihuacán, la niña Norma Lizbeth murió en una pelea con otra compañera.
Ambos casos son referentes de situaciones que pudieron evitarse. La comunidad y el compromiso frente a esta tarea pueden hacer la diferencia.
