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Por Ricardo Sevilla
Las ministras Yasmín Esquivel, Lenia Batres y Loretta Ortiz Ahlf dieron, una vez más, la batalla por el pueblo de México.
Pero fueron frenadas por Norma Piña y sus secuaces.
Y es que la Suprema Corte, que aún está secuestrada por Piña y sus prosélitos, resolvió que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) no puede invalidar suspensiones contra la reforma electoral.
Los argumentos de estos ministros conservadores es que las resoluciones de la Sala Superior sobre amparos son solo opiniones consultivas, negando competencia a los magistrados electorales para revisarlos.
Piña, como era de esperarse, favoreció este criterio, calificándolo como el punto clave de la discusión.
Esta decisión anula los juicios con los que el TEPJF levantó suspensiones y permitió al Senado formar la lista de candidatos para el Poder Judicial.
Pero, en sustancia, no han logrado gran cosa.
Solamente demorar un poco lo inevitable.
¿Y qué es lo inevitable? Que el próximo 1 de junio los mexicanos elegiremos por primera vez a sus jueces, magistrados y ministros.
Lamentablemente, los ministros impuestos por el conservadurismo desprecian los beneficios de la reforma judicial.
¿Y cuáles son esos beneficios? Entre otras cosas, que está reforma disminuirá el número de ministros de la SCJN de 11 a 9, con periodos de 12 años, y establecerá un plazo máximo de seis meses para las sentencias, lo cual es beneficioso para el pueblo, pero perjudicial para élites.
Pero, por ahora, que los conservadores disfruten lo votado.