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Por Eduardo López Betancourt
La eficacia se refiere a la capacidad de lograr los objetivos y resultados deseados de manera efectiva. En el ámbito político, es fundamental para garantizar el bienestar de los ciudadanos y el desarrollo de la sociedad.
Por otro lado, la lealtad es la fidelidad y dedicación a una persona, grupo o institución. En lo político se trata de una virtud, pero también puede llegar a ser un obstáculo para la eficacia y el bien común; sin embargo, es cotidiano que se prefiera la lealtad sobre la eficacia, ya que, puede ser vista como una forma de garantizar estabilidad y cohesión dentro de un partido o grupo político. Un ejemplo claro, ocurre en la designación de funcionarios públicos basada en su lealtad al partido, en lugar de su capacidad, trayendo como consecuencias, la ineficacia y la corrupción en la administración pública. Otra muestra, es la tolerancia a los malos manejos y a la ineptitud, que puede ser vista como una forma de mantener lealtad dentro de un círculo determinado.
La eficacia y la lealtad son conceptos importantes en el área política, pero la preferencia por la lealtad sobre la eficacia, insistimos, puede tener graves y negativas consecuencias para la población. Por ello, es importante priorizar en la designación de funcionarios públicos y en la toma de decisiones, lo que es precisamente la capacidad.
Es indispensable entender que la eficacia es primordial en el ámbito político, así como en el empresarial, comercial y educativo. Es la clave para lograr el bienestar y el desarrollo de los ciudadanos; por lo que hace a la lealtad, debe ser vista como una virtud secundaria para no comprometer el bien común.