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Por Jorge Gómez Naredo
Donald Trump ha emprendido una política imperialista que no corresponde con el nivel de decadencia en que ha entrado Estados Unidos en los últimos lustros.
Trump piensa que él manda en el mundo, que su país es quien debe decidir todo y que puede violar tratados internacionales e incluso anunciar anexiones a su país, como el intento que está haciendo por convertir a Groenlandia en un territorio estadounidense.
Estados Unidos es un imperio en decadencia que perdió su presencia en el mundo, que cada vez más disminuye su potencialidad económica y su capacidad para imponer condiciones a otros países. Donald Trump quiere recuperar eso, pero es prácticamente imposible: no gobernará un gran imperio, sino un imperio en su proceso de decadencia.
Trump ha amenazado con imponer aranceles a productos mexicanos. Ha difundido la idea de que el gobierno de nuestro país no combate al narco. Ha criminalizado a nuestros trabajadores mexicanos cuando son ellos los que mantienen a flote a la economía estadounidenses. Y ahora, ha afirmado que el Golfo de México no se debería llamar de México, sino de América.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha sido paciente con estas agresiones y amenazas, pero no se ha quedado callada. El miércoles en la mañanera respondió a la ocurrencia de Trump. Dijo la mandataria que a América del Norte se le podría llamar de otra forma: “¿Por qué no le llamamos América Mexicana, se oye bonito, ¿no? ¿Verdad que sí? La Constitución de Apatzingán era de América Mexicana. Entonces vamos a llamarle América Mexicana”.
A Donald Trump hay que saber enfrentarlo.
Hoy Estados Unidos precisa más de México que México de Estados Unidos. La decadencia del imperio estadounidense es evidente, y eso lo tiene bien claro nuestra presidenta, que una vez más salió a defender a nuestro país.
Eso que los gobiernos neoliberales del PRI y del PAN simplemente no hicieron. Ellos querían entregar al país a extranjeros, no defenderlo.
