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Por Salvador Guerrero Chiprés
@guerrerochipres
AUSENCIA EN LA SUPERVICIÓN
A Víctor le gustaba observar cómo algunos amigos acostumbraban jugar con cohetes en apariencia inofensivos. Forman estrella con “cerillitos”, palos con puntas de colores, o aventaban “chifladores”, ajenos a los riesgos.
La festividad se tornó en drama cuando uno de esos infantes tomó un “chiflador” para averiguar las razones por las cuales no había encendido. Antes de descubrirlas, el cohete emitió sus luces de fuego y le quemó la mejilla.
Desconocimiento sobre el manejo adecuado de la pirotecnia y ausencia en la supervisión de una persona adulta son las causas de la mayoría de los accidentes con ese tipo de artefactos, ocurridos hasta en un 80 por ciento entre menores de edad y con un aumento del 35 por ciento durante las celebraciones decembrinas.
Según la Secretaría de Salud, los daños más frecuentes son quema duras de segundo y tercer grado, amputaciones y lesiones oculares irreversibles.
Aunque las palomas o caras de diablo están entre los más peligrosos, las luces de bengala, percibidas como seguras, pueden alcanzar temperaturas de hasta mil grados Celsius, suficiente para derretir metal y poner en peligro las manos de una niña o niño.
El uso de pirotecnia en México está profundamente arraigado en la cultura, aunque es necesario equilibrar las tradiciones con los riesgos implicados al jugar con fuego. Este año, en el C5 hemos recibido más de 10 mil reportes relacionados con cohetes, por escándalo o quemaduras.
Desde las autoridades hay un interés central en estas fechas, impulsado por la Jefa de Gobierno de la CDMX, Clara Brugada —reciente mente evaluada con el mayor porcentaje de aprobación ciudadana entre los 32 mandatarios estatales, con 57.1 por ciento—, por regular la venta a través de operativos como Cero Pirotecnia, iniciado ayer.
Los decomisos requieren acompañamiento ciudadano y recordar que los cohetes no son inocentes palomitas.