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Nadie sabía su nombre, a nadie le importaba, un día había llegado al zócalo de Oaxaca, su delgadez no podía ser ocultada por las capas de ropa sucia que lo cubrían y tendría entre los treinta y muchos. Dormía en las bancas del jardín, disfrutaba las tardes de sol recargado en el tronco de un árbol mirando pasar a la gente; hablaba consigo mismo, hurgaba en los desechos para buscar algo de comer, por ello, lo llamaban “el loco”, nunca se animó a acercarse a otras personas, ya antes le habían partido la cabeza al creerlo un ladrón, así que se resignaba a escuchar la réplica de su voz en su cabeza.
La tarde que cercaron el jardín todo cambió para él, cuadrillas del ayuntamiento cercaron el Zócalo y comenzaron a adornarlo con luces de colores, los setos fueron sustituidos por unas enormes flores rojas, todo esto lo miraba escondido detrás de un gran bote de basura y asustado por lo que hacían, cuando finalmente se fueron y se sintió seguro salió de su escondite para observar detalladamente la maravilla, supo que esa noche no tendría tanto miedo y que la oscuridad se disiparía con tantas luces, que, con letras y figuras adornaban el lugar.
¡Mira, las nochebuenas! -dijo una niña que paseaba con su madre- la vocecita lo hizo observar la fila de flores rojas que ocupaban el lugar de los tristes setos. Sus enormes hojas lo deslumbraron, eran como joyas que rompían la vida verde seco de antes y que, con su color diferente, retaban la indiferencia de quien pasara. Se acercó poco a poco y con extremo cuidado rozó con la punta de sus dedos una de las flores un extraño calor lo invadió desde dentro -Hola -dijo la flor, -hola, respondió él sonriendo, luego, un coro de voces hizo eco, la enorme fila de nochebuenas le hablaba solo a él aturdiéndolo con comentarios y preguntas, la gente seguía pasando con su habitual indiferencia.
Me hablan solamente a mi -se dijo -¡Agua! -gritó una y el loco corrió a la fuente, llenó un envase que alguien tiró y le dio de beber a cada una, desde entonces, charlaban todos los días y el cuidaba con amor de ellas. Cuando las fiestas terminaron y volvieron del ayuntamiento para recoger la decoración no vieron al loco, todo lo que notaron es que había nacido una flor más en aquel lugar.
Ana María Vázquez
Escritora/Dramaturga
@Anamariavazquez