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Por Ricardo Sevilla
El mensaje de la presidenta Claudia Sheinbaum a Donald Trump ha sido firme: no habrá subordinación y no aceptamos injerencias en nuestro país.
Pero la derecha, habitada por la mezquina comentocracia, no entiende que la traición a la patria es realizar actos que amenazan la independencia, soberanía o integridad de México, buscando someterlo a intereses extranjeros.
Personajes execrables como Pedro Ferriz que urgen a Estados Unidos a que meta sus narices en México están al mismo nivel que traidores como Santa Anna, quien traicionó a México al ceder territorio a Estados Unidos.
Estos bobalicones deberían saber que ningún país después de una intervención estadounidense, ha estado mejor. Pregúntenle a Irak, Libia, Afganistán y un largo etcétera.
Más allá de catalogar narcotraficantes, Trump debería ocuparse de los carteles que hay en su territorio. Y, en lugar de cerrarles las narices a sus adictos, está más preocupado buscando culpables en el exterior.
¿Qué mérito tiene un sujeto que pretende obtener todo vociferando amenazas? Ofendiendo la dignidad y soberanía del país que se le antoje. Trump es un ser grotesco y vulgar.
Le importa un cacahuate que su país esté al borde del precipicio. Y el crimen organizado jamás parará si en Estados Unidos no implementan campañas antidrogas para los jóvenes estadounidenses.
La crisis de drogas en Estados Unidos, centrada en el fentanilo, ha alcanzado niveles alarmantes. En 2023, más de 107,000 personas murieron por sobredosis de esta sustancia, que es 50 veces más potente que la heroína. La despenalización del consumo de drogas en algunos estados ha exacerbado la situación, aumentando la indigencia y la adicción.
Pero Trump, el bravucón, está más preocupado buscando la paja en el ojo ajeno.
