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Acoso

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Por Juan Hernández

Cada día, miles de mujeres en la CDMX enfrentan una dura realidad: el acoso en el transporte público. Según el Inmujeres, pronto Secretaría de las Mujeres, el 95% de las mujeres ha sufrido este tipo de situaciones, que van desde comentarios sexuales hasta contacto físico no deseado.

Esta estadística alarmante refleja la vulnerabilidad constante que muchas enfrentan al utilizar el transporte diario.

Citlalli Pacheco, psicóloga especializada en violencia de género, señala que el acoso no solo genera miedo, sino que también tiene un impacto psicológico profundo en las víctimas.

Afecta su autoestima y deteriora su sensación de seguridad, transformando un acto cotidiano, como ir al trabajo, la escuela o regresar a casa, en un desafío constante.

El transporte público capitalino se ha convertido en un espacio de agresión y peligro para muchas mujeres.

En su lucha diaria, las mujeres enfrentan miradas lascivas, chiflidos y comentarios obscenos, pero también una violencia mucho más profunda: la invasión de su espacio personal.

El acoso en el transporte no es solo una incomodidad, es una violación al derecho a la seguridad y al respeto que cada persona, especialmente las mujeres, debería tener en el espacio público. 

Este fenómeno, que ocurre a menudo sin testigos o con indiferencia generalizada, refleja la falta de empatía y el desprecio por los derechos de las mujeres.

El espacio público debería ser seguro para todos, sin importar el género. Sin embargo, las mujeres deben lidiar con el constante temor de ser objeto de agresiones físicas o verbales, un temor que las obliga a modificar su comportamiento o rutina para evitar situaciones incómodas o peligrosas. 

No basta con denunciar el problema; es crucial que autoridades y sociedad se comprometan a tomar acciones concretas para erradicar el acoso.

Esto incluye sanciones a los agresores y un cambio cultural que promueva el respeto y la igualdad en el espacio público. En la misma ciudad donde las mujeres luchan por transitar de forma libre y segura, se siguen dando situaciones como el reciente escándalo de la detención ilegal de Arnulfo “N”, dueño de Sonido Cóndor. 

Es urgente crear mecanismos que permitan a las mujeres confiar en las autoridades para garantizar su derecho a la seguridad y el respeto en todos los espacios que habitan.

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