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Por Jorge Gómez Naredo
@jgnaredo
Ciro Gómez Leyva se fue a vivir a España.
Quizás era un sueño que tenía desde hace muchos años: habitar en la península ibérica, comer en Madrid, sentir el invierno del sur de Europa y coincidir muchas veces con Felipe Calderón, quien también vive allá.
Para irse a vivir a allá, decidió dejar varios espacios en medios de comunicación que tenía en México, pero mantuvo dos: una columna y su programa de radio. Trasmite desde España todas las mañanas, y él está encantado con eso: no vive en el país pero “informa” acerca de lo que sucede en el país.
El miércoles pasado, antes de iniciar la mesa con Epigmenio Ibarra, Ciro perdió completamente los estribos. Le reclamó de una forma prepotente a Epigmenio por qué escribía lo que escribía. Se colocó en un papel de censor, que decide qué está bien y qué no.
Y es que Epigmenio había escrito una columna en el diario Milenio donde afirmaba: “Ciro Gómez Leyva se rehúsa a aceptar —desde ese escondite de la derecha en que se ha convertido Madrid— que Andrés Manuel López Obrador ha cumplido con la palabra empeñada al retirarse por completo, en un gesto democrático que lo honra, de la vida pública”.
La opinión de Epigmenio, que es una crítica válida, enloqueció a Ciro, quien, durante su programa, le reclamó a Epigmenio y le exigió que le respondiera lo que le preguntaba. Incluso, ya gritando, dijo: “respóndela al aire, dilo, responde la pregunta […] Respóndeme, hoy me vas a responder, hoy me vas a responder, hoy me vas a responder”.
Ciro fue agresivo y prepotente con Epigmenio, que es su invitado. Según Ciro, Epigmenio ya no puede escribir lo que piensa, y eso es un atentado a la libertad de expresión. Debería ofrecer una disculpa Ciro por lo que hizo, pero no lo hará. Y menos ahora que anda tan contento con Felipe Calderón en España, de evento en evento, siempre sonriendo.