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Por Eduardo López Betancourt
Como bien se sabe, el perverso y despreciable Carlos Salinas de Gortari, implicado desde corta edad en homicidios donde fue evidente su participación y más que ello su autoría en el “magnicidio” de Luis Donaldo Colosio, usurpó la Presidencia de la República. Salinas de Gortari es un sujeto ruin que tuvo como cómplice a otro impresentable, farsante y advenedizo, como lo fue Jorge Carpizo, un verdadero “consejero del mal”.
Lo cierto es que buscando presencia política y sobre todo “legitimidad” y apariencia democrática, ambos personajes inventaron la CNDH, tratando de emular a los Defensores del Pueblo (El Ombudsman) de países nórdicos, donde como su nombre lo indica actúa en defensa de la población y es como nace la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, un organismo de Estado para defender precisamente al Estado, circunstancia absurda y por ello en México es una caricatura, una institución inútil al servicio del gobernante en turno, con el único trabajo de alabar y justificar al ámbito del Poder Ejecutivo.
Con el tiempo se tuvo la esperanza que el panorama cambiara, pero se impuso la “obediencia”, el absurdo y los “señores” senadores reeligieron a quien ha demostrado absoluta incapacidad, desconocimiento e ineficacia. Así, de manera evidente, la CNDH seguirá siendo una rémora para el presupuesto nacional.
México tiene que cambiar y mostrar la diferencia entre el ayer y el hoy, este último se tendrá que manifestar realmente democrático, decidido a darle al pueblo las libertades y aspiraciones que tanto se les han negado.
Al final, los “obedientes” senadores, carentes de valor y dispuestos a la sumisión,no son lo mejor para el anhelado cambio; urgen legisladores para quienes su único mandante sea el pueblo de México.