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Por Eduardo López Betancourt
Perú un país ubicado en América del Sur, rico en recursos naturales como cobre, zinc, plata y oro, ha experimentado una inestabilidad política significativa en los últimos años. A pesar de su creciente economía, Perú enfrenta problemas de corrupción que han llevado a varios expresidentes a la cárcel.
Alberto Fujimori, condenado a 25 años de cárcel por corrupción y violaciones a los derechos humanos, falleció en 2022. Alejandro Toledo, condenado a 20 años de presidio por corrupción en el caso Odebrecht. Pedro Pablo Kuczynski, enfrentó acusaciones de corrupción y fue investigado (esperando sentencia). Ollanta Humala, Fue detenido e investigado por corrupción, enfrenta un proceso por lavado de dinero desde mayo del 2019 y la Fiscalía pide 20 años de condena. Alan García se suicidó en 2019 mientras era investigado por corrupción. Pedro Castillo, actualmente en prisión preventiva y enjuiciado por corrupción e intento de autogolpe está en proceso y no se le ha puesto sanción.
Dentro de todo lo grave de Perú, debemos aprender que ellos castigan o enjuician a las cabezas de la corrupción, no a chivos expiatorios. En México debemos actuar contra expresidentes pillos que cínicamente se pasean en el extranjero gozando sus fortunas mal habidas. El día que en México se meta en la cárcel a un expresidente, se recupera la fe en la justicia.
La crisis política en Perú se caracteriza por la polarización ciudadana, descontento social y enfrentamientos entre poderes. La situación ha generado inestabilidad y desconfianza en instituciones.
La recuperación de la confianza dependerá de la capacidad del gobierno para abordar la corrupción y garantizar la justicia y la seguridad en el país.
Haciendo una comparación con México, tenemos varias ventajas, el conflicto entre los ámbitos del poder tienden a disminuirse para el caso que se dé cumplimiento a los cambios en el tema Judicial. También a diferencia del Perú el ambiente social es menos rígido con mayor estabilidad en algo que debe aún intensificarse.
