629 lecturas
Por Eduardo López Betancourt
Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha encontrado en los animales irracionales un apoyo y compañía incondicional. Las mascotas han sido una constante en nuestra historia y en la actualidad, los perros se han convertido en parte indispensable de la vida del ser humano.
La conexión con los animales es innegable, los caballos, perros, gatos, etc., han sido nuestros compañeros en diversas actividades, donde, inclusive los perros han sido sometidos a transformaciones anatómicas y psicológicas para adaptarse a nuestros deseos y necesidades.
Al respecto, los caninos han alcanzado un estatus casi igualitario con los seres humanos, donde se les brindan privilegios y tratos especiales que superan a los que se otorgan a los niños; por ejemplo, en aviones, los canes tienen depósitos especiales, pero algunos dueños insisten en llevar a sus mascotas en la cabina, poniendo en riesgo la salud y comodidad de los demás; por lo que hace a los hoteles, los perros duermen en las mismas camas que los huéspedes.
Se permite que los perros defequen y orinen en la calle, ensuciando las banquetas (excepto en algunas ciudades, donde sus heces son recogidas por sus dueños, pero no así los orines), sin que se tomen medidas para evitarlo. Esto es un ejemplo de la falta de respeto hacia la comunidad.
Aunque los perros pueden ser un apoyo emocional, la situación se ha vuelto inexplicable y excesiva, al extremo que se les heredan bienes y gozan de mejores tratos que muchas personas. Los perros deben ser queridos y respetados, pero jamás deben ser considerados iguales a los seres humanos.
Es hora de reflexionar sobre nuestra relación con los perros, debemos encontrar un equilibrio saludable entre la cercanía y el respeto, sin caer en el exceso y la confusión. Los animales de compañía son nuestros compañeros, no nuestros iguales.