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Por Eduardo López Betancourt
El tema de los juegos de azar ha sido sumamente discutido, para algunos, estas prácticas deben prohibirse y, por el contrario, hay quienes las defienden argumentando que, con un marco legal adecuado, se evitaría la clandestinidad.
En México, las “apuestas” siempre han existido, hay carreras de caballos, peleas de gallos, juegos de cartas, ruleta, etc., salvo casos de excepción, todo se realiza “a escondidas”. En relación a esto, nos referimos a cuando hay algún festejo, autorizan actividades de apuesta, donde el mejor ejemplo es la Feria de San Marcos, en Aguascalientes, con una duración de casi un mes, es la más importante de México.
En la actualidad, los casinos se anuncian de forma generosa en todos los medios de difusión, como lo es la televisión y, eventos deportivos. Así, se invita a la población a realizar apuestas, algo que debería considerarse negativo y prohibirse, dado que son los menores de edad quienes muestran interés al ver los anuncios por internet y por televisión.
Diversidad de grupos dedicados a juegos de azar se han establecido en nuestro País, todos de origen mafioso y atentatorio contra la tranquilidad social; los casinos producen sinnúmero de vicios, primero “despluman” a ingenuos que piensan que pueden ganar. Entiéndase bien, a los casinos se va a perder y no solo es ello, también son lugares que promueven el consumo de drogas, la prostitución y en general, infinidad de corruptelas. En México se prohibieron de forma contundente en el periodo del General Lázaro Cárdenas del Río, pero recientemente nos dieron un fuerte golpe, ya que nuestro País fue demandado por 39 inversionistas estadounidenses, a quienes se les revocó un permiso para operar 5 casinos. Se acudió a un Tribunal donde el gobierno desatendió el caso y se ha condenado a México a cubrir 92.7 millones de dólares. La razón de esta decisión tan injusta es que la Secretaría de Gobernación violó el derecho de los inversionistas gringos a realizar un trabajo justo y equitativo, como marcan las reglas del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
La situación es sumamente grave, ya que, sin duda, un árbitro del panel que nos condenó, aseguró y tuvo razón en ello, de votar en contra de condenar a México con base en que nunca se probó el “famoso trato inequitativo”, por desgracia tuvimos pésimos abogados.
