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Por Eduardo López Betancourt
La situación en Sinaloa y Guerrero es alarmante. La violencia, la corrupción y la impunidad han convertido a estas entidades en un infierno para sus habitantes.
La reciente muerte del Ex rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Héctor Melesio Cuén Ojeda y no se diga, el asesinato de quien fuera Alcalde de Chilpancingo, Alejandro Arcos Catalán, ha sido un ejemplo de la crisis que atraviesan estos Estados, donde la falta de liderazgo ha generado desconfianza entre la sociedad; lo que es aún más grave, es que los gobernantes en cuestión, carecen de autoridad moral y son despreciados por el pueblo, su falta de compromiso con la justicia y la seguridad ha generado un vacío de poder que es ocupado por grupos criminales.
En Guerrero, quien gobierna, parece no tener el control real. Inició su mandato el 15 de octubre de 2021, sin embargo, hay acusaciones de que el verdadero “poder detrás del trono” es un individuo con un pasado oscuro, sin escrúpulos, que prometió cambiar solo para obtener un cargo, pero al final “volvió a las andadas”. Es importante recordar que la historia de Guerrero ha estado marcada por la violencia y la inestabilidad política; desde su creación en 1849, varios de sus gobernantes han sido acusados de corrupción y abuso de poder y en Sinaloa las cosas no son mejores.
Es fundamental que el pueblo de ambas entidades se mantenga informado y exija transparencia y rendición de cuentas de sus líderes, la impunidad no puede seguir siendo tolerada, es hora de cambiar el rumbo y buscar un futuro más justo y próspero, con mejores opciones, dirigentes honestos, serios y capaces, con experiencia, ajenos al nepotismo, ya que los actuales no responden a los intereses sociales y no tienen la capacidad de liderar, insistimos, hacia un futuro mejor. La sociedad debe levantarse, exigir cambios y tomar medidas urgentes para restaurar la paz, tanto en Sinaloa, como en Guerrero.