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Consejo a los gobernantes

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Eduardo López Betancourt

La historia de la humanidad se encuentra saturada de personajes siniestros que hicieron del poder un instrumento de represión, división y, sobre todo, de retraso. De inicio, en particular los populistas, cuando mueren o son derrocados se vuelven añorados, inclusive hay sectores que los santifican, pero, al final, la verdad resplandece y la historia se encarga de ponerlos en su lugar.

Cuando los dictadores se van, la historia se queda como un testigo silencioso que juzga sus errores, pero, ¿aprenden los políticos de la historia? ¿Entienden que quien siembra tempestades cosecha odios y huracanes? ¿Saben que la ambición desmedida y el poder absoluto solo conducen a la ruina y el olvido?

La historia nos enseña que los hombres del poder deben ser humildes, que la justicia y la libertad son los pilares de una sociedad grande y que la verdadera grandeza se mide por la calidad de la justicia. A los que buscan el poder, a los que creen que pueden controlarlo todo, les decimos, deben aprender de la historia, no sigan el camino de dictadores como Francisco Franco de España, el argentino, Juan Domingo Perón y Getúlio Vargas, de Brasil.

La historia es un espejo que refleja el pasado, pero también es un faro que ilumina el futuro y, en ese futuro solo hay espacio para la justicia, la libertad y la igualdad, no para la tiranía, ni para la opresión.
Insistimos, el poder tiene diversos objetivos, pero entre los más importantes, es crear la unión y la coincidencia, ello no implica impedir la diversificación. En un país se puede pensar distinto, pero se deben tener objetivos comunes, donde se anteponga el interés social por encima del individual, de igual manera, la educación y la salud deben ser prioritarias, ya que sin ellas no hay avance ni fortaleza.

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