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Ifigenia

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No puedo imaginar el tamaño de lucha de una mujer en la facultad de economía en los años 40; mucho menos en una maestría en Harvard; tampoco como Diputada Federal en cuatro ocasiones, ni como Senadora del Congreso de la Unión en dos. Fundadora de la CEPAL; profesora, investigadora y directora de la Escuela Nacional de Economía de la UNAM, y con una prolífica vida política que culminó el sábado por la noche, cerrando con broche de oro al ser la primera mujer en poner la banda presidencial a la primera presidenta de los mexicanos: Claudia Sheinbaum.

Sus publicaciones sobre economía, deuda externa, crisis y fortalecimiento del sector energético, los sintetiza en 6 libros; detenida y encarcelada durante el gobierno de Díaz Ordaz, es reconocida posteriormente como la “Mujer del Año”, al que se sumaron muchísimos reconocimientos más, para cerrar con la medalla Belisario Domínguez.

Su activismo político, la lleva a fundar el PRD al que renuncia años después para convertirse en fundadora de MORENA.

Ser mujer en los años 50 no era fácil, los estereotipos del siglo XIX encasillaban todavía a la mujer en las labores domésticas, múltiples embarazos y crianza; los círculos femeninos eran de costura, tejido y manualidades, aunque en otros aspectos, se abrían pequeños campos laborales como el de secretaria, pero nunca una gerencia; el voto femenino aprobado en 1953, se hizo efectivo en las elecciones de 1957 y pocas, poquísimas mujeres, tuvieron el carácter para adentrarse en la vida política, en un mundo eminentemente masculino, y por supuesto machista.

La historia de Ifigenia Martínez y de cada una de las que la acompañaron, nos ha permitido llegar hasta donde estamos, con una política paritaria, derechos constitucionales, equidad (aunque falte mucho) y, sobre todo, ver a la primera mujer en la silla presidencial. Dudo mucho que Ifigenia Martínez o Rosario Ibarra, hubieran imaginado este hecho histórico, sobre todo al haber crecido en el entorno de marginación y desigualdad de esa época; gracias a ellas nuestra voz pudo ser escuchada, cada vez más fuerte y las barreras impuestas, pudieron ser derribadas una a una.

Descanse en paz Ifigenia Martínez, cuyo nombre estará con la de otras grandes mujeres de la historia.

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