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Por Eduardo López Betancourt
La corrupción en el Poder Judicial es un tema delicado y preocupante. Los jueces, que deberían ser garantes de la justicia, a menudo se convierten en cómplices de la delincuencia y, la sociedad está asqueada de estos sujetos sinvergüenzas que hacen lo blanco negro y viceversa.
En la CDMX hay algunos jueces honestos, pero la mayoría están corrompidos. Así, los jueces de vinculación a proceso que manejan los juicios orales, han sido un rotundo fracaso. Estos juicios han demostrado ser una “puerta giratoria” para malhechores, que entran por un lado y salen por otro; un caso reciente es el del juez Uriste, quien exoneró a un delincuente, teniendo pruebas suficientes de su culpabilidad, alegando que no había evidencia videograbada, a pesar de que se le explicó que no hay cámaras en el lugar del delito. Sin duda un claro ejemplo de la corrupción y la impunidad que reinan en el sistema judicial.
Es necesario acabar con los jueces corruptos y con los intereses creados que los protegen. La sociedad exige justicia y transparencia. En la misma dimensión, los fiscales deben ser capacitados y honestos y, las leyes, justas y equitativas.
México tiene un gran retraso en la procuración y administración de justicia. Es hora de cambiar y luchar por una justicia verdadera. Los jueces honestos y honrados deben ser reconocidos y aplaudidos, pero los corruptos deben ser cesados y consignados, tal es el caso del juez Uriste.
Insistimos, para combatir la corrupción en el sistema judicial, se deben tomar medidas urgentes, primero, seleccionar y capacitar adecuadamente a jueces y fiscales, mediante un proceso riguroso; otro aspecto importante es la transparencia y rendición de cuentas a la sociedad y sin duda, leyes justas y equitativas para todos.