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Por Ricardo Sevilla
Norma Piña, la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), es un personaje polémico.
La gente sabe que Piña ha enfrentado diversas críticas que están relacionadas, principalmente, con su oposición a la reforma judicial.
La mayoría sabe que Norma Lucía se ha convertido en el nuevo ídolo de la derecha. Y también sabe que los hipócritas partidos opositores, que ya no tienen ningún tipo de bandera, ha decidido utilizar a Piña como estandarte.
La defienden, la lisonjean y le hacen la barba. En los espacios donde participan da vergüenza verlos, tirados en el piso, arrastrándose. Piña, para ellos, es la defensora de la independencia judicial.
Y uno se parte de risa. Y nos partimos de risa porque sabemos perfectamente que este hatajo de farsantes son corruptos y no pueden negarlo. Y ahí están los datos duros para demostrarlo. En el sistema judicial, el 37.4% de los servidores públicos tienen familiares dentro del Poder Judicial.
Y aunque Piña y sus secuaces intenten tapar el sol con un dedo, lo cierto es que la corrupción en el poder judicial mexicano es un problema visible y persistente que no sólo a mermado la confianza en los juzgadores, sino que, peor aún, ha afectado la confianza pública y la eficacia del sistema de justicia.
No es que lo diga yo. Ni es un capricho. Ni es una afirmación en las rodillas. Son datos comprobables.
Un informe del relator especial de la ONU sobre independencia judicial indicó, por ejemplo, que entre el 50% y el 70% de los jueces federales en México eran considerados corruptos.
Y aunque los juzgadores intenten distraer y repetir lugares comunes, hay una corrupción tristemente palpable.
De hecho, la corrupción se manifiesta en todas las etapas del proceso judicial. Un estudio reveló que el 71% de los detenidos en la CDMX no contaron con asistencia legal adecuada.
Los mexicanos y las mexicanas que han tenido que enfrentarse, ya no digamos con la ley, sino con los jueces, ministros y magistrados, está enojada y desencantada. Y percibe a los juzgadores con desconfianza. Porque son corruptos. Y hacen lo que les da su gana. Y es que, lamentablemente, se saben impunes.
De hecho, la impunidad es vista como otra de las principales causas de corrupción en el Poder Judicial.
La falta de sanciones efectivas para los actos corruptos alimenta un ciclo donde la corrupción se convierte en un comportamiento rutinario dentro del sistema judicial.
Yo no sé en qué mundo vivirá Norma Piña. Pero el grueso de la población percibe que hay una impunidad generalizada en el sistema judicial.
A ellos no les gusta ver los datos duros ni las cifras. Pero la impunidad en sistema judicial mexicano es alarmante. Hay estadísticas que sugieren que solo el 1.6% de los delitos denunciados resultan en condenas. Y esto crea un entorno donde la corrupción se convierte en norma. ¿En Norma Piña?