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Por Salvador Guerrero Chiprés
Derrotada electoralmente, la oposición solo tuvo la oportunidad de resistir desde la plataforma poco unitaria y consistente de sus propios valores e integrantes gritando invectivas contra “el traidor”. Su otro instrumento: el portazo.
Si la mayoría predominante decidiera mañana o en estos días en el pleno de la Corte una irrupción semejante a la del Senado este martes, ¿qué diría la oposición?
Para las colindancias ética y políticamente débiles de la oposición no hay más sobrevivencia que la oportunista disposición a saltar, fugarse, huir del naufragio e ir a Morena y, para los enchiquecidos por las defecciones de los políticos a la Yunes solamente queda clamar “traición”.
Mi pronóstico es: de todas maneras la oposición no conseguirá opacar el impulso mayoritario a favor de las reformas mediante esa estrategia semejante a la ya fracasada en los últimos seis años.
Y por encima del diálogo priva la descalificación, el portazo y la toma del recinto. La imposibilidad de conservar la unidad deriva en tumultos o en ubicar los Yunes como familia de traidores, acerca de lo cual seguramente habrá evidencias y polémicas de cuando dos generaciones de ellos pertenecían al PRI o al PAN. El padre saliendo a defender el crédito futuro del hijo.
No es con portazos como la minoría impedirá el voto de la mayoría ni el cambio de régimen encabezado por el movimiento predominante fortalecido electoralmente y por las penosas dimisiones de quienes eran muy opositores a Andrés Manuel López Obrador, Claudia Sheinbaum o Clara Brugada o que lanzaban adjetivos contra el actual Jefe de Gobierno, Martí Batres.
La mayoría de la ciudadanía está representada por la mayoría del Congreso. La minoría merece mejor voz y estrategia de largo plazo o condenarse a los portazos, los cuales, salvo opinión de sus autores, no son debate civilizado. Representan su anulación.