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Por Jorge Gómez Naredo
La Cámara de Diputados aprobó la reforma al Poder Judicial en lo general el pasado 4 de septiembre. Fue un debate intenso, donde los panistas afirmaron que la reforma no servía y que, en realidad, era la antesala de la dictadura en México. Incluso una legisladora panista afirmó que la reforma era el “genocidio de la justicia”.
Por su parte, los legisladores de Morena, Partido del Trabajo y Verde defendieron la reforma y afirmaron que la elección popular de jueces, magistrados y ministros no sólo implicaba mayor democracia en México, sino que limpiaría de mafias al Poder Judicial que está, sin duda, lleno de mafias.
El pasado 2 de junio, el pueblo de México salió a votar. Su voto fue para hacer presidenta a Claudia Sheinbaum y así lograr la continuidad del proyecto de nación postulado por Andrés Manuel López Obrador. Pero no sólo eso. El pueblo también votó para que se aprobara en el Poder Legislativo la reforma judicial. Y es que Claudia Sheinbaum y Morena tenían como una de sus principales promesas la aprobación de dicha reforma.
Así pues, lo sucedido el pasado 4 de septiembre en la sede alterna a Palacio de San Lázaro no fue un capricho de los legisladores de Morena, sino el cumplimiento del mandato de la gente el pasado 2 de junio.
Si el Senado de la República, donde Morena está a un legislador de tener mayoría calificada, aprueba la reforma judicial, ésta se turnará a los Congresos Estatales y así ya el presidente López Obrador la podrá publicar en el Diario Oficial de la Federación.
Hay que dejar muy en claro que la reforma no es un capricho de Andrés Manuel López Obrador, sino que es una propuesta para limpiar al Poder Judicial que el pueblo aprobó el 2 de junio. Así es la democracia, y aunque la derecha grite que Morena le está haciéndole daño al país, la realidad es que el pueblo pidió la reforma, y se debe aplicar.
