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Por Salvador Guerrero Chiprés
En su último informe de gobierno, el Presidente López Obrador arremetió contra la “hipócrita” actitud de un segmento de la oposición: en campaña supuestamente a favor de las políticas sociales y, posteriormente, recupera su insistencia en el “error” de haberlas respaldado.
Sostienen quienes perdieron la elección del 2 de junio: “hay que enseñar a pescar y no regalar pescado”. A esa idea llamó AMLO una parte de la “retacería de sofismas”, a la cual acuden sin escrúpulos voces de la oposición provisionalmente vencida.
El más serio problema del PAN —el PRI— parece, sin embargo, ser más difícil que la reconstitución de su narrativa. El obstáculo mayor es su inhabilidad para construirse como referencia creíble ahora a partir de decisiones individuales, institucionales y electorales donde parecen reprobados.
Alguien no les enseñó a pescar simpatías mayoritarias electoralmente. En el Congreso capitalino, Morena ya se hizo de la mayoría calificada a partir de defecciones desde la oposición hacia el movimiento hegemónico.
Mientras la negativa del Tribunal local a la victoria en la alcaldía Cuauhtémoc de quien tiene la constancia de mayoría hace evidente la preeminencia del Tribunal Federal, los derechos de los votantes parecen subordinados a una polémica técnico-jurídica donde es necesario el imperio de valores compartibles por la ciudadanía.
Queda la reforma judicial, movilizadora de un conjunto relevante de jóvenes universitarios, de la votación de empleados en la Corte para sumarse al paro o la resistencia de una minoría legislativa a discutirla.
Con el respaldo refrendado a Claudia Sheinbaum y Clara Brugada, en sustitución de Martí Batres, Morena y quienes son afines parecen tener frente a sí solo una retacería de oposición.
Dice AMLO que la explicación del fracaso de la oposición en las elecciones es la indisposición de no “aprender a respetar al pueblo”.
A ver quién les enseña a pescar.
