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Por Ana E. Rosete
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, rindió, ante el pueblo mexicano, su sexto y último informe de labores, pero no solo eso, también le dio su última clase a Sheinbaum de cómo reunir a cientos de miles de personas en el Zócalo de la ciudad.
La plancha se cimbró con los gritos y las porras de los presentes y Claudia, sin mucho protagonismo, tomó su última clase pública antes de asumir como presidenta del país.
El país que confió en ella, el país que se volcó en una votación histórica, el país que pagó la deuda, o al menos una de ellas, con las mujeres al darle oportunidad a Claudia de ser la primera presidenta.
Así, con “a”, “PRESIDENTA”, porque como bien dijo, lo que no se nombra no existe y ella logró, aunque a muchos les pese, ser la primera mujer en la historia de México de asumir el puesto más importante que hay.
La futura signataria sabe que se le viene una tarea difícil, pero que ha demostrado su capacidad para salir avante de todo lo que se le pone en frente.
AMLO se jubila con la conciencia tranquila y Claudia iniciará su mandato con el pie derecho, con la antesala de un cierre espectacular por parte del presidente que luchó mucho por conformar al Movimiento Regeneración Nacional.
Claudia tiene un prometedor futuro, lleno de retos grandes y de obstáculos (los conservadores y los opositores) que se encargarán de llenar de pestes y habladurías los pasillos para señalar a Sheinbaum, pero su construcción ideológica la hará vencer todo, como lo hizo cuando fue Jefa de Gobierno.
El Zócalo vio desfilar a gobernadoras, gobernadores, secretarios y secretarías de estado y otros personajes de la política mexicana.
El informe fue el preámbulo de lo que viene para México con Claudia.
