52 lecturas
Por Salvador Guerrero Chiprés
Rosario estuvo marcada por su entorno: creció en la pobreza, rodeada de violencia y encontró en el sicariato una forma de sobrevivir. Eran los convulsos años 80 y 90 en la Medellín asolada por el crimen organizado.
No tuvo otra oportunidad. Su historia, relatada por Jorge Franco en “Rosario Tijeras”, explora la violencia urbana y es referencia de una etapa en erradicación. Más de 30 años después hay modelos sociales para alejar a las y los jóvenes de actividades delictivas.
La radiografía colombiana indica la presencia de 350 grupos delincuenciales en Medellín con capacidad de reclutamiento anual de hasta mil jóvenes de entre 14 y 28 años —un problema mundial abordado el mes pasado en un foro de la ONUDC en Viena— principalmente de escuelas de barrios pobres.
Esa terrible realidad y los programas para enfrentarla nos fue compartida ayer por la Secretaría de la No Violencia de Medellín a la delegación encabezada por la Jefa de Gobierno electa de la Ciudad de México, Clara Brugada, las y los alcaldes electos de Morena, así como su equipo de trabajo, quienes acudimos a los encuentros “Metrópolis por el Derecho a la Ciudad”.
Estrategias como Parceros (amigo en jerga colombiana) revelan oportunidad de atención a partir del acompañamiento a jóvenes en riesgo de involucrarse o quienes han estado en grupos delictivos, para desarrollar un plan de vida con metas educativas, laborales y personales.
En la capital nacional, con la continuidad de Martí Batres, se desarrolla Jóvenes Unen al Barrio, un modelo de atención con cercanía territorial y convergencia de la ciudadanía por impulsar la transformación de las comunidades.
Ejemplos como Utopía Libertad —inaugurada en febrero de 2023 por la ahora Presidenta electa Claudia Sheinbaum y la entonces alcaldesa Brugada— a un costado del Reclusorio Oriente, en Iztapalapa, son un símbolo de la seguridad por venir.
Antes que crear cárceles es mejor construir Utopías y hacer parceros.