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Por Ricardo Sevilla
Norma Piña, ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia y titular del Consejo de la Judicatura Federal, es decir: la machuchona del Poder Judicial, sigue defendiendo con garras y colmillos sus privilegios.
Piña, a quien le gusta reunirse en las Lomas de Chapultepec con Alito Moreno, salió a decir que “esta reforma no hará que se resuelvan los juicios más rápido”.
La distraída Norma, definitivamente, es una ridícula. No piensa con claridad. Es más: no ha leído la propuesta de reforma al Poder Judicial. Y lo intuyo porque, de haberla leído, no diría tantas sandeces.
No se trata de cambiar a unos jueces por otros. Ese no es el espíritu de esta reforma. De lo que se trata es de depurar la corrupción y que, de una vez por todas, se sometan al escrutinio democrático del pueblo.
Y es que esta reforma propone, esencialmente, que se termine el dedazo y el amiguismo. Su objetivo, por un lado, es que haya juzgadores mejor capacitados, y eficientes. Y, por otra partes, busca que los juzgadores cuenten con una formación humanista que les permita trabajar en beneficio del pueblo.
Que Norma Piña sea tan torpe e ineficaz es muy grave. Y es que, para bien o para mal, es la presidenta de la SCJ y la titular del Consejo de la judicatura. Es decir: es la cabeza del Poder Judicial. Pero, desde hace tiempo, parece haber olvidado que es la encargada de la impartición de justicia en el máximo tribunal de este país.
Infelizmente, cuando escuchamos las necedades de Piña decir, es inevitable, sentir frustración y exigir que haya, urgentemente, una reforma al Poder Judicial.
Piña no ha comprendido que el máximo tribunal de este país está obligado a impartir justicia de manera equitativa. Y le importa un cacahuate que la justicia equitativa sea un pilar fundamental para el funcionamiento de una sociedad democrática.
Norma Lucía, en lugar de tener reuniones en secreto con el líder del PRI, debería estar trabajando para que la equidad en la justicia llegue a todas las personas, sin importar su origen, estatus social o económico.
La ministra presidenta, el lugar de estar autorizando pagos millonario en pautas publicitarias, debería estar promoviendo la estabilidad y el orden social. Porque a la institución que ella dirige le corresponde, precisamente, asegurar el orden establecido por la Constitución y mantener el equilibrio entre las diversas instituciones de gobierno. Pero eso no lo entiende.
En lugar de empinar el codo, como dicen sus allegados que hace, Norma debería estar luchando porque las resoluciones jurisdiccionales que sus cuates, los ministros y ministras haraganes y baquetones, sean auténticamente justas.
Pero, lamentablemente, todavía hay gente incróspida que hace lo que le dictan sus caprichos.