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Por Eduardo López Betancourt
Los informes en relación a la sequía que enfrentamos, son alarmantes. Desde 2011 no se habían registrado las dramáticas condiciones que actualmente vivimos en el territorio nacional.
El pasado mes de julio, la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), informó que las presas del País estaban cerca del 50% de su capacidad total. Precisamente en el sistema Cutzamala, que abastece en su gran mayoría los reclamos del vital líquido en la zona metropolitana, llegaba apenas al 33%, sin duda algo alarmante, inclusive, se precisaron medidas urgentes para atender la escasez que se padeció en distintos lugares de la CDMX. Por lo que hace a los estados de Sonora y Sinaloa, históricamente agrícolas, la situación fue crítica, puesto que las presas bajaron al 13%, poniendo en riesgo las cosechas.
Debe precisarse que, en 2011, la sequía se intensificó en el norte de la nación, pero este año, además de persistir la problemática, también será patético en el centro y sur de la República.
Lo más grave, es que, el Servicio Meteorológico Nacional, precisó que la temporada de ciclones será insuficiente para resolver la sequía, por lo cual, insistimos, los daños que se prevén en la agricultura y ganadería, serán irreversibles.
Las consecuencias de la sequía son inquietantes, los alimentos se verán severamente disminuidos, donde ya se precisa, la producción de maíz se reducirá en promedio un 30%; por si fuera poco, la Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA), quien tiene obligación de entregarnos agua en la zona de Baja California, señaló que nuestra contra parte, Estados Unidos, no podrá cumplir el Tratado, por el cual se nos hacía llegar agua del Río Colorado, situación que es dramática.
Es urgente pensar en medidas para resolver esta tragedia sobre la falta del esencial y vital líquido.
