56 lecturas
Por Eduardo López Betancourt
De siempre se ha discutido si los deportistas que asisten a las Olimpiadas son profesionales o amateurs, sin duda, lo segundo es la intención, o sea, aquellos que realizan una actividad deportiva exclusivamente por constituir un gusto, sin pretensiones comerciales, pero tal circunstancia es teórica; bien sabemos que las “grandes potencias” llevan representantes que se dedican solo a hacer deporte, a cambio de importantes sueldos. Esta circunstancia no opera en países “débiles”, donde los competidores tienen otras profesiones y no se dedican de tiempo completo a entrenar. De ahí la explicación de porqué unos se llevan más medallas que otros, por lo que alguna vez se sugirió tener dos Olimpiadas, una exclusiva para las “grandes potencias”.
Por supuesto, en las justas se dan sorpresas agradables y de pronto, un país modesto logra preseas de alto calibre, donde destaca la de oro, circunstancia que podemos denominar “garbanzos de a libra”. La mayoría de naciones se llevan, si bien les va, una medalla y muchas otras, terminan sin estímulo alguno.
Otro aspecto que resulta inexplicable, es en ciertos deportes, donde, de manera descarada admiten profesionales y por supuesto, tienen acceso a los más altos galardones, tal es el caso del tenis; en cambio, en el boxeo y el soccer, son sumamente estrictos y no los aceptan (profesionales), confirmando que el Comité Olímpico Internacional actúa de manera arbitraria y caprichosa.
Por su parte, México ha enviado más de un centenar de deportistas y cuando regresan con unas cuantas medallas, nos sentimos ufanos, pero debemos precisar, en nuestro País hay total carencia de apoyo para deportistas de alto rendimiento, las becas y subsidios son escasos, por ello, nuestros representantes acuden con más ilusión que seguridad y efectividad.