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Por Eduardo López Betancourt
Sin duda el mundo muestra repudio a los fumadores de tabaco, circunstancia que atenta contra su plena y absoluta libertad; ante ello, se presenta una contradicción, por un lado, prohíben el consumo de tabaco a ultranza y por otro, está la venta descarada, además, por las tasas impositivas, alcanzan precios fuera de serie; también tenemos el cinismo de Estados Unidos, con total acceso a todo tipo de narcóticos y prohibición irrestricta al cigarro.
Otro ejemplo es Japón, donde fumar en vía pública o en lugar abierto implica severas sanciones. Lo recomendable es buscar opciones que bien pueden ser “celdas exprofeso” o pequeños tugurios; México tampoco se queda atrás, cada vez con mayor crueldad se castiga al fumador.
Analizando los puntos anteriores, podemos ver que no existe respeto a los derechos del adicto al tabaco, quien es tratado como delincuente, incluso aquellas personas que usan enervantes de alto poder, gozan de mejor trato.
Insistimos en la contradicción, “no permitir fumar, pero si vender cigarros”; estudios muestran los graves daños que el tabaquismo causa a la salud, pero, bien sabemos que las políticas restrictivas no llegan a ningún lado, más bien, lo prohibido genera atracción y curiosidad. Lo que se debe hacer, es intensificar un plan positivo y social para no crear nuevos adictos y ayudar a quienes han caído en el terrible drama, tal vez se deben considerar zonas exclusivas para los consumidores que no sean ofensivas para los no fumadores, siempre privilegiando a los menores y personas vulnerables.
Existen unos cuantos países que mantienen el respeto a lo que hemos mencionado, tal es el caso de algunos lugares árabes y en particular, Turquía, donde con mayor intensidad conviven fumadores y no fumadores, en grata y honrosa armonía.
