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Por Verenice Téllez
Lo que para la izquierda ha sido una discusión de casi tres décadas atrás en temas de paridad de género en los cargos públicos de primer nivel, hoy es para el Partido Acción Nacional (PAN) y para el Partido Revolucionario Institucional (PRI) una clara resistencia a hacer justicia a las mujeres militantes de dichos partidos.
A tres décadas de que la izquierda mexicana haya dado la discusión sobre los derechos de las mujeres y de que se haya logrado paridad tanto en los espacios de representación popular como en cargos directivos. Hoy los principales partidos de oposición detienen el avance feminista, bajo un esquema de elegibilidad interna por alguna razón se niegan a llevar a su máxima dirección a una mujer.
Fue en el 2019 cuando se plasmó en la Constitución la paridad de género a todos los niveles en la vida pública del país y es el momento en que, a las mujeres de dichos partidos, no se les permite avanzar democráticamente en la consumación de sus derechos políticos plenos.
Es necesario mencionar que llevan treinta años desfasados en este tipo de discusiones, lo que evidencia el retroceso en sus prácticas democráticas.
Y a casi un sexenio de que se concretara la paridad constitucionalmente, las mujeres de la oposición han tenido que exigir ser tomadas en cuenta para hacer valer su derecho a ser electas.
Tanto el PAN como el PRI han anunciado la renovación de sus dirigencias, pero las voces femeninas de dichos partidos son acalladas en sus aspiraciones por llegar a dirigir a sus institutos políticos.
En el PRI por ejemplo; no existe otra voz más que la de Alejandro Moreno, quien ni remotamente ha dado pauta para que sea una mujer la que dirija el tricolor.
En el PAN, hasta hace algunos días anunciaron con bombo y platillo que consideraran a por lo menos una mujer para que participe en el proceso para elegir a su dirigencia. Lo cual pareciera una concesión y no un derecho de la militancia femenina panista.