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Por Eduardo López Betancourt
El Comité Olímpico Internacional constituye una esperanza de unidad y particularmente de respeto a los seres humanos; lamentablemente es teórico, en la práctica es un organismo discriminador, al servicio de los grandes y corruptos intereses de las naciones poderosas. Constantemente ofenden sin explicación, se manejan en función de lo que conviene a las mafias del deporte, particularmente avasallando a débiles y a quienes sistemáticamente se convierten en víctimas de sus arbitrariedades.
Un caso evidente es el de los deportistas rusos y bielorrusos, a quienes se les ha negado su nacionalidad, algo verdaderamente inhumano. En ese renglón, recientemente han atentado contra nuestra Delegación, en relación al uniforme que portan los deportistas mexicanos, quienes con gran orgullo y haciendo homenaje a nuestra cultura precortesiana, llevan estampado al “Guerrero Jaguar”, donde insistimos, se rinde homenaje a uno de los felinos más bellos y el de mayor tamaño de América y el tercero del mundo, después del tigre y el león. Se trata de un animal musculoso, con un peso entre 56 y 96 kilogramos, muy hábil para escalar, arrastrarse y nadar.
El caso ha sido realmente ofensivo, un sujeto al que en el mejor de los casos podemos calificar de ignorante, que presidió la práctica de tiro con arco, decidió que nuestros representantes no podían usar el uniforme porque a él le pareció que incitaba a la caza. Qué dirá este sujeto sobre los ingleses, quienes se dedican a la cacería de la zorra, un acto de crueldad evidente, o bien, de los japoneses que matan a golpes a las focas, o los europeos y americanos que sacrifican chinchillas para sus costosos abrigos.
Ante actos discriminatorios, lo que menos se debe hacer, es enarbolar la bandera de la dignidad y retirarse de la farsa olímpica, que lo que menos tiene es identidad. Se trata de un invento de los poderosos, para los poderosos.