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Por Jorge Gómez Naredo
Alejandro Moreno Cárdenas, alias Alito, asumió como presidente del PRI el 18 de agosto de 2019. Cuando tomó posesión, estaba ese instituto político al frente de 13 gubernaturas, a saber: Hidalgo, Colima, Campeche, Estado de México, Coahuila, Durango, Sonora, Sinaloa, San Luis Potosí, Guerrero, Oaxaca, Zacatecas y Tlaxcala. Cinco años después, el PRI sólo gobierna dos entidades: Coahuila y Durango.
Por donde se le vea, la gestión de Alito ha sido un gran fracaso. No sólo perdió 11 gubernaturas en su gestión, sino que además convirtió al PRI en aliado del PAN y del PRD, y la candidata que postuló en 20124 fue Xóchitl Gálvez, una panista que fue un rotundo fracaso en las elecciones.
Jamás el PRI había postulado a un candidato que no fuera parte del partido, y menos que proviniera del PAN, el organismo político que durante años fue su gran opositor y que marcó la lucha política de la segunda mitad del siglo XX.
Hoy, Alito quiere continuar al frente del PRI. No podía por las reglas, pero las cambió y ya se registró como aspirante a la reelección. Y lo más seguro es que lo logre, y sea presidente del PRI al menos 5 años más.
Si observamos los resultados electorales desde 2012, tenemos que el PRI es el partido que más ha perdido. El PRD, desde que se salió Andrés Manuel López Obrador de ahí, se convirtió en un cadáver político. Pero el PRI en 2012 tenía un nuevo aire. Ganó la presidencia y se vislumbra difícil que se fuera ese partido del gobierno. Era su renacimiento, con liderazgos más juveniles y buscando borrar el pasado de represión y corrupción.
Pero todo le resultó mal al PRI. Hoy, es un partido en decadencia, desprestigiado y con un dirigente que ha mostrado poca capacidad para dirigirlo y mucha malicia para apoderarse de todo dentro del partido.
Los días del PRI, con Alito al frente, está contados. Apesta a muerte. Y es una buena noticia para los mexicanos.
