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Por Ricardo Sevilla
Ayer, el presidente López Obrador invitó a comer a Claudia Sheinbaum a Palacio Nacional.
Sheinbaum, a quien la gente ha comenzado a llamar, más cariñosamente, Claudia, es la virtual presidenta electa de México. ¡La primera en la historia de este país! Y eso no hay que cansarnos de subrayarlo, porque, por primera vez en sus 200 años de vida independiente, México tendrá una mujer presidenta.
Este es el primer encuentro oficial entre López Obrador y Claudia. Y ha sido sumamente emotivo. Y lo ha sido porque, de entrada, se rompió el protocolo: el Presidente, que es especialista en dar sorpresas, recibió en la puerta de Palacio a Claudia. Y no sólo eso. Hubo más: en un reflejo espontáneo, los dos intercambiaron besos, abrazos y sonrisas.
Ambos, fundidos en un abrazo fraterno, entraron juntos por la puerta de Corregidora número ocho.
Y tenía que ser así: desde hace muchos años, prácticamente: desde hace décadas, AMLO y Claudia son compañeros de lucha, de proyecto político y, ahora, la historia ha querido que sean pares.
AMLO hereda a Claudia un proyecto de nación en desarrollo. Y Claudia, apoyada por más de 35 millones de votantes, lo está recibiendo con muchísimo entusiasmo.
Las elecciones de 2024 le pesarán, siempre, en el corazón a la derecha. Y eso se debe, entre otras cosas, a la enorme participación ciudadana. Y les dolerá permanentemente a los conservadores porque, además, la próxima administración supone la continuidad de un proyecto de izquierda, donde el protagonista es el pueblo de México.
Ahora bien, el encuentro entre AMLO y Claudia inició y terminó tan bien, que la derecha, resentida, no alcanzó a activar ni poner de acuerdo a sus granjas de bots y no pudieron dinamitar, con sus críticas, esta reunión.
Calará en el ánimo de los neoliberales porque nunca en la historia de nuestro país hubo una transición tan pacífica y anhelada por la gente.
Basta recordar, hacer memoria.
En el pasado, solía haber tensión y robo en despoblado. El mandatario que salía se veía cabizbajo y preocupado. Y el gobernante que llegaba lucía ávido y voraz.
Y este año, para fortuna del pueblo de México y de sus arcas, no habrá “año Hidalgo”.