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Ana E. Rosete
Ya vienen las elecciones. Aunque el tiempo ha pasado, seguimos conociendo a las candidatas y los candidatos que buscan un puesto de elección popular en la Ciudad de México.
Seamos honestos. Hay quienes desde siempre saben por quién van a votar, porque más allá del candidato se casan con el partido político. Esto, sincerándonos, debido a que es más fácil abrochar la idea de los principios generales de un instituto, que los particulares de un individuo.
No se hagan, muchos dan su confianza al partido y ya. Pero también creo que las nuevas generaciones sí se dan, nos damos, la oportunidad de conocer a quien contiende.
Nos importa su historia; qué ha hecho en la política; su labor territorial; su trabajo por la alcaldía o por la Ciudad de México; su labor legislativa, y un sinfín de cosas más. O, al menos a mí, me interesan.
Porque mi voto no vale 500 pesos o una vajilla o, peor aún, una bolsa para el mercado o un bote para la leche. Mi voto vale mi tranquilidad, mi serenidad, mi seguridad, mi confianza y mi responsabilidad, así como mi calidad moral, y todo eso no tiene precio.
Los méritos de Clara Brugada me están convenciendo. Si en Iztapalapa logró conservar el 57.7 por ciento de la votación para ser alcaldesa durante dos periodos, algo debió hacer bien.
Durante su administración en la alcaldía más poblada de mi querida capital, destacó la construcción de la Línea 2 del Cablebús, el Trolebús elevado, las 13 albercas semiolímpicas, una alberca olímpica y una pista de hielo permanente.
Además, también trae a cuestas la construcción de los 12 centros llamados “Utopías”, en los cuales se difunde el arte, la cultura y la naturaleza; de ellas hablaremos después.
Vas bien Clarita, como que me estás convenciendo (guiño, guiño).
