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Ana E. Rosete
El feminismo llegó a mi vida para cambiarla. La revolución se apoderó de mí y, desde que me puse las gafas violeta, la vida comenzó a sonar de una manera diferente.
Muchos piensan que el feminismo es odiar porque sí a los hombres, pero no. Bien dice Rita Segato: no construimos a los hombres como enemigos naturales; el enemigo es el orden patriarcal que a veces está engendrado por las mujeres.
Me preocupa mucho que haya candidatas que utilicen la lucha feminista para sumar votos. Pero tengo claro que hay otras que son, se asumen y trabajan en beneficio de las mujeres.
Sin embargo, hay un grupo de mujeres en Morena en quienes se puede confiar. Claro, sin perder de vista que entre ellas y el feminismo está la política.
Me queda claro que Clara Brugada, a través del Sistema Nacional de Cuidados que puso en marcha en Iztapalapa, comenzó a resignificar el trabajo de las mujeres dentro de la familia. No sólo servimos para cuidar y ya estuvo bueno de ser un sostén emocional que queda a la deriva.
Dentro de este grupo he podido platicar con Hannah de Lamadrid, y vaya que sabe de qué va la lucha. Es una mujer joven, empresaria y mamá. Esto último pudo haber sido un inconveniente, porque a los hombres les cuesta trabajo aceptar en algunos ámbitos a mujeres que son madres. Pero ella hizo de esto un aliciente.
Y qué decir de Nancy Núñez. Cada que la escucho hablar de la lucha por las mujeres de Azcapotzalco, me dan ganas de que sea ella la que gobierne la Cuauhtémoc, a ver si así se nos hace un poco de justicia, pues en esta alcaldía estamos abandonadas.
Por último, quiero mencionar a Gaby Osorio, una joven promesa de la política, que entendió que las mujeres debemos y merecemos ser reconocidas por quienes somos y lo que hacemos. Si ella gana en Tlalpan, las mujeres se pueden sentir seguras de la representante que tienen.
Pero ojo, si en algo han de fallar, que sepan que se les ha de señalar.