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Por Ricardo Sevilla
Ayer, en punto de las 00:01 horas, las candidatas y candidatos a cargos de representación popular indicaron que comenzarían sus actividades de cara a las elecciones del próximo 2 de junio en donde, como usted sabe, se definirá a la siguiente presidenta de México. Porque yo le vaticino que será presidenta y que no será de derecha.
Hoy la pregunta que más taladra los ánimos es: ¿Quién podría sustituir al presidente López Obrador? ¿Quién podrá llenar los zapatos de ese presidente arrojado, infatigable, tesonero y que tanto ha trabajado para el pueblo de México?
Y mucha gente se responde: Claudia Sheinbaum. Definitivamente, llenar los zapatos de López Obrador, sin duda, será un desafío enorme. Pero creo que eso no es lo que se propone Sheinbaum.
La candidata de Morena, en todo caso, se propone continuar el importantísimo legado que ha ido dejando a su paso Andrés Manuel López Obrador. Desde luego, todo ello llegará acompañado de su estilo personal de gobernar.
Sí quisiéramos ilusionar a la oposición, podríamos decirle que quizá, en un descuido, Xóchitl podría remontar y ganar la presidencia. Pero eso sólo lo podrían inventar zopencos como Héctor Aguilar Camín o Enrique Krauze. Pero no será así.
Xóchitl está cayendo en picada. Y no podrá remontar en ningún momento. Hoy, todas las encuestas, continúan colocando a Claudia Sheinbaum en el primer lugar de preferencias. Y quizá en la oposición no se han planteado la pregunta principal: ¿Y por qué la gente prefiere a Sheinbaum? Y la respuesta es: por muchas razones. Y una de esas razones, acaso la principal, es que Claudia ha asegurado que los proyectos del presidente López Obrador seguirán avanzando.
Sheinbaum, lo hemos visto, apuesta por un modelo republicano de austeridad y de economía moral. Eso quiere decir que, de ganar los comicios, Claudia fortalecerá el proyecto humanista que inició, en 2018, López Obrador. Claudia representa lo que podría ser “el segundo piso de la Cuarta Transformación”.
Y eso es bueno. Porque significa apoyar al pueblo y no a una élite. La candidata de Morena apuesta por el desarrollo social. Y hace muy bien, porque apostar por el desarrollo social pone en primer lugar a las personas y no a los corporativos ni a los ladrones de cuello blanco, no a quienes han tenido secuestrado a este país. Xóchitl Gálvez, en cambio, representa los intereses de la oligarquía.
Xóchitl Gálvez es quien ha propuesto desaparecer el IMSS y el ISSTE. La candidata de la derecha es quien ha propuesto que los trabajadores paguen su propio seguro de gastos médicos.
A Xóchitl no le importa el pueblo. Y ese ha sido su error. No ha volteado a ver las necesidades del pueblo. No le interesa abatir realmente la pobreza. Porque la pobreza no solo se refiere a los bajos ingresos; se trata también de la vulnerabilidad, de la exclusión, de las instituciones poco transparentes, de la ausencia de justicia y de la exposición a la violencia, entre muchas otras cosas.
Y Claudia promueve, igual que López Obrador, el desarrollo social. Y promover el desarrollo social es promover la inclusión social de los pobres y de la clase social vulnerable para empoderar a las personas. Y eso es muy importante, porque eso crea sociedades cohesivas y resilientes. Trabajar por el pueblo y por su desarrollo social mejora la accesibilidad y la rendición de cuentas de las instituciones a los ciudadanos. Pero eso, evidentemente, no quiere hacerlo Xóchitl. Porque Xóchitl no tiene vínculos con el pueblo de México, sino con las cúpulas del poder económico.
Ayer, Claudia Sheinbaum comenzó su camino hacia la presidencia de la república mexicana. Y de ganar, como todo apunta que hará, su nombre y su obra estará inscrita al lado de la obra de Josefa Ortiz de Domínguez, Carmen Serdán, Eulalia Guzmán y otras grandes mujeres mexicanas.