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Ana Villagrán lloraba junto a mí cuando a Elisa Carrillo le entregaban en 2023 el premio Crónica: la intervención de la mexiquense educada en la English National Ballet School, bailarina de origen modesto, talento inmenso, disciplina en magnitud semejante, sus padres en la audiencia. Ella agradecía y recordaba. Eso era el motivo.
Villagrán desató con su escisión del panismo una ola de reacciones, especialmente dentro de los liderazgos opositores ya afectados por la salida de Adrián Ruvalcaba, la pérdida de Sandra Cuevas dentro del mecanismo unitario supuestamente vigente después de las elecciones del 2021 e impactados por el crecimiento de Morena a nivel nacional, actualmente con 23 gubernaturas. Y claro, la lucha concentrada es en la capital nacional.
Los liderazgos panistas están en libertad de considerar a la diputada local Villagrán carente de talento para algo más. Ella, de salirse como lo hizo. ¿Es algo experimentado en todos los partidos? Probable ¿Le afecta a Santiago Taboada, el aspirante de la oposición? También.
Si la oposición estuviera segura de sus datos, empuje, respaldo y capacidad no serían movilizadas tácticas para gestionar el daño público por divisiones, omisiones y, menos aún, se arrojarían invectivas o invenciones elementales más propias del imaginario chairo que del presunto fifí predominante en aquella.
Tampoco se recurriría a venerables panistas o a distribuir versiones en las cuales trata de venderse la idea de una candidata como Clara Brugada o de Morena en la capital nacional como a punto de ser “alcanzada” en un ilusorio deterioro no registrado en ninguna encuesta.
La ciudadanía y los liderazgos deben mantenerse pendientes para dejarse conmover solamente por los resultados de los actores, los gobiernos. Y claro, también por la emoción y la simpatía de las y los contendientes.
Salvador Guerrero Chiprés
@guerrerochipres