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Arreando al elefante | La caída del payaso

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RICARDO SEVILLA

Brozo, el personaje creado por Víctor Trujillo se ha convertido en un payaso abyecto.

Pero Brozo (o Trujillo) ha olvidado que la farsa, en el más estricto de los sentidos, es una forma dramática donde los personajes se desenvuelven de manera caricaturesca.

Pero la farsa tiene reglas. Y este payaso decadente, alburero y ofensivo las ha infringido todas. El personaje ha vulnerado la comedia y ha querido sobresalir como un crítico de la escena política.

Infelizmente, estamos muy lejos de aquel personaje que, hace décadas, con su ácido sentido del humor, emocionó a las audiencias.

Este bufón, que nació como parodia del payaso Brozo, pretendía ser un personaje para divertir al público adulto. Sin embargo, poco a poco, su escatología se fue degradando hasta convertirse en un personaje que sólo divertía a borrachos.

Brozo, que epataba a la audiencia en el programa La Caravana, fue cediendo terreno al payaso que, entre chiste y chiste, dejaba asomar su ideología. Una ideología que, para sorpresa de muchos, resultó que no era de izquierda, sino de derecha.

A finales de los años ochenta, Brozo tuvo cierto éxito en una televisora que, contra viento y marea, trataba de ofrecer programas y contenidos diferentes a los de Televisa. Sorprendía el ingenio del payaso irónico que, entre hipos, narraba las historias escatológicas y barrionajeras de personajes que, irremediablemente, la gente reconocía. Se trataba de adaptaciones de los cuentos y obras clásicas.

Infelizmente, un día Trujillo aceptó que Brozo condujera un programa de noticias. Y ahí comenzó el declive del personaje.

Brozo, el ironista, comenzó a servir a los intereses de la empresa que tanto había criticado: Televisa. Y los dueños de esa televisora, dándole programas estelares y pagos millonarios, lo llevaron a protagonizar una denigrante defensa del PAN.

Y, con ese partido en el poder, Brozo comenzó a servir a personajes como Federico Döring.

Sus seguidores comenzaron a detectar el cambio y dejaron de verlo. Sobre todo, cuando su escatología se convirtió en misoginia y acosaba a las edecanes que lo acompañaban en sus programas.

Hoy, el payaso sirve a la narrativa del priísta Roberto Madrazo. Y, lamentablemente para él, va en caída libre.

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