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ANTONIO ATTOLINI
En el mensaje de Cristo se revela una perspectiva profundamente conmovedora y transformadora, especialmente para aquellos de nosotros comprometidos en la lucha por la justicia social desde un movimiento nacional y popular. Cristo no es solo una figura religiosa; es también el emblema del obrero, del migrante, del perseguido. Esta visión nos invita a reflexionar sobre su mensaje y su vida en el contexto del ascenso de la ultraderecha mundial y la defensa descarada del clasismo y el racismo.
Cristo nació en condiciones humildes, una metáfora viva de las luchas de los trabajadores. Su vida y enseñanzas resonaban con los anhelos de justicia y dignidad de los marginados. En su figura, encontramos no solo la esencia del amor y la compasión, sino también un llamado a la acción contra las injusticias sistémicas de la oligarquía económica.
Como migrante, Jesús entendió personalmente los retos de ser extranjero en tierra ajena. Su familia huyó a Egipto, escapando de la persecución, una experiencia compartida por millones hoy en día. Esta vivencia nos recuerda la importancia de la solidaridad con los migrantes y refugiados, quienes enfrentan desafíos similares en un mundo cada vez más hostil.
La persecución que Cristo enfrentó es emblemática de la lucha contra sistemas opresivos. Fue perseguido no solo por sus creencias, sino también por desafiar el status quo, por hablar en contra de las injusticias y por abogar por un orden social más justo y equitativo. Su vida y su muerte son testimonios de la lucha contra la opresión, un eco a través de los siglos que resuena en el corazón de nuestra militancia.
El mensaje de Cristo es un llamado a la transformación social. Nos insta a luchar por un mundo donde la dignidad y los derechos de todos sean respetados, donde la justicia no sea solo una palabra, sino una realidad vivida. Como militantes de izquierda, encontramos en la vida de Cristo un modelo para nuestra lucha, una inspiración para nuestro activismo.
En conclusión, la figura de Cristo refuerza nuestro compromiso con la justicia social. Su mensaje y vida resuenan con nuestros ideales y nos empujan a seguir trabajando por un mundo más justo y humano. Este enfoque no solo espiritualiza nuestra lucha, sino que también la humaniza, recordándonos que en el corazón de nuestra política debe estar siempre el amor y la compasión por nuestro prójimo.