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Arreando al Elefante | Choro y tecnocracia

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Ricardo Sevilla

El presidente López Obrador exhibió la arrogancia y las ínfulas de los tecnócratas. Esos tecnócratas que son insensibles a los problemas sociales; esos que van en contraposición a los enfoques económicos, políticos y filosóficos tradicionales.

Esos señores y esas señoras, que son especialistas cerradotes, quienes llegaron a la conclusión de que la sociedad necesita de una dirección tecnológica y no una política de la sociedad.

Desde luego que el postulado fue tentador hace muchísimos años. Que los especialistas se ocuparan de tal o cual materia y no la gente emanada de tal o cual partido, sonaba bien, sonaba interesante. Y sonaba bien porque, dando un ejemplo burdo, si se te descompone la lavadora en casa, tienes dos opciones: llamarle al vecino milusos o traer a un especialista en lavadoras. Y ahí, en ese caso, sabes a qué atenerte. El vecino puede dar en el clavo o no. Y el especialista, se supone, está obligado a darle en el clavo.

Pues a principios de los años ochenta, al gobierno de Miguel de la Madrid se le ocurrió hacer un cambio de pauta en las formas de reclutamiento. Pero no sólo se dio una mayor importancia a las carreras profesionales de los políticos para avanzar dentro del sistema, sino también a las carreras de los corifeos que los acompañaban en su transición hacia la tecnocracia.

Los priístas decían que era “el gobierno de los mejores”, pero, a decir verdad, era un gobierno que proponía una manera de llevar al país de manera muy semejante a como se lleva una empresa.

Y los políticos tecnócratas terminaron por influir también en los periodistas e intelectuales de su época.

Antes un intelectual podía estudiar derecho y no titularse, como Octavio Paz. O podía estudiar economía y filosofía y desertar de la carrera, como el caso de Monsiváis. O hablar sobre lingüística, filología o literatura sin haber estudiado necesariamente literatura, como Juan José Arreola o Vicente Leñero, que estudió ingeniería o Jaime Sabines, que estudió medicina. Pero, a partir de la instauración de la tecnocracia, a los conservadores les importa más el currículo profesional, sus medios de reclutamiento y su fuente de influencia. Y diría el clásico: por eso la derecha está como está.

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